martes, 7 de junio de 2011

CUANDO MI GATA DULCINEA ADOPTÓ A MI MARIDO.

 

Quizá fuese a mediados de febrero de 2010 cuando apareció en el callejón adonde una amiga y yo vamos a dar de comer a los gatitos abandonados, una gatita muy joven que ya estaba preñada. Esta gatita es negra en el lomo y cara, y blanco el pecho y las patitas como si llevase calcetines. Muy bonita.
La gatita, a la que todavía no la había puesto ningún nombre, se dejaba acariciar incluso antes de ponerse a comer de las sobras que le llevábamos una amiga y yo.
El día 15 de marzo y después de haberlo hablado con mi amiga y con la veterinaria, se la llevamos para operarla y dejarla dispuesta para que no tuviese más descendencia.
Después de la operación se quedó unos días a dormir en casa de mi amiga mientras se recuperaba, pero el día 19 de ese mismo mes, la metí en mi casa para que estuviese unas horas del día hasta que por la noche se la volvía a llevar mi amiga a su casa.
Por aquél entonces y buscando un nombre para ella, se nos ocurrió llamarla Dulcinea, quizá porque no era nada huidiza, sino muy dulce, con unos ojazos de búho que le encantaron a mi marido.
Como la gata se encontraba tan feliz en nuestra casa, pasaba muchas horas con nosotros aunque se la permitía salir a la calle por la mañana a darse una vuelta. Después regresaba cuando quería y se metía en nuestra terraza hasta que se la abría para que entrase. Después se acurrucaba y se echaba a dormir algunas de las  dieciocho horas que suelen dormir los gatos.  
Pasaron unos meses y entonces mi marido sugirió que se quedase Dulcinea definitivamente en nuestra casa. La volvimos a llevar a Paca la veterinaria y la detectó un tipo de leucemia felina que todavía no tiene desarrollada. Por si fuera poco, esa fue el detonante y razón definitiva, para que mi marido se compadeciera de Dulcinea e insistiera en que se quedase con nosotros.
Desde el verano de 2011 ya vive con nosotros y con nuestra otra gata Isis que es totalmente blanca, adoptando a mi marido como mascota suya, el cuál la defiende de cualquier broma que yo les hago a los dos. Dulcinea ha resultado ser una gatita entre casera y de la calle por solo unos minutos al día, con preferencia a dormitar en un sillón cerca del lugar donde mi marido mira la televisión.
Es Dulcinea una gatita que disfruta ronroneando cuando se la acaricia y lo que más me maravilla es lo obediente que es acudiendo a mi llamada cuando quiero que regrese a la casa después de su paseo matinal por la calle.  Parece un perrito faldero, jajajajaja









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