Quizá fuese a mediados de febrero
de 2010 cuando apareció en el callejón adonde una amiga y yo vamos a dar de
comer a los gatitos abandonados, una gatita muy joven que ya estaba preñada.
Esta gatita es negra en el lomo y cara, y blanco el pecho y las patitas como si
llevase calcetines. Muy bonita.
La gatita, a la que todavía no la
había puesto ningún nombre, se dejaba acariciar incluso antes de ponerse a
comer de las sobras que le llevábamos una amiga y yo.
El día 15 de marzo y después de
haberlo hablado con mi amiga y con la veterinaria, se la llevamos para operarla
y dejarla dispuesta para que no tuviese más descendencia.
Después de la operación se quedó
unos días a dormir en casa de mi amiga mientras se recuperaba, pero el día 19
de ese mismo mes, la metí en mi casa para que estuviese unas horas del día hasta
que por la noche se la volvía a llevar mi amiga a su casa.
Por aquél entonces y buscando un
nombre para ella, se nos ocurrió llamarla Dulcinea, quizá porque no era nada huidiza,
sino muy dulce, con unos ojazos de búho que le encantaron a mi marido.
Como la gata se encontraba tan
feliz en nuestra casa, pasaba muchas horas con nosotros aunque se la permitía
salir a la calle por la mañana a darse una vuelta. Después regresaba cuando
quería y se metía en nuestra terraza hasta que se la abría para que entrase.
Después se acurrucaba y se echaba a dormir algunas de las dieciocho horas que suelen dormir los gatos.
Pasaron unos meses y entonces mi
marido sugirió que se quedase Dulcinea definitivamente en nuestra casa. La
volvimos a llevar a Paca la veterinaria y la detectó un tipo de leucemia felina
que todavía no tiene desarrollada. Por si fuera poco, esa fue el detonante y
razón definitiva, para que mi marido se compadeciera de Dulcinea e insistiera
en que se quedase con nosotros.
Desde el verano de 2011 ya vive con
nosotros y con nuestra otra gata Isis que es totalmente blanca, adoptando a mi
marido como mascota suya, el cuál la defiende de cualquier broma que yo les
hago a los dos. Dulcinea ha resultado ser una gatita entre casera y de la calle
por solo unos minutos al día, con preferencia a dormitar en un sillón cerca del
lugar donde mi marido mira la televisión.
Es Dulcinea una gatita que
disfruta ronroneando cuando se la acaricia y lo que más me maravilla es lo
obediente que es acudiendo a mi llamada cuando quiero que regrese a la casa
después de su paseo matinal por la calle. Parece un perrito faldero, jajajajaja
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