DESPEDIDA DE PITUSA

Mi inolvidable Pitusa. Te escribo estas líneas desde mi profunda tristeza y amargura porque hoy te has ido y ya no volverás a estar entre nosotros. Cuando tu dueña Rosario me ha llamado hoy muy temprano para decirme que estaba segura de que hoy seguramente te morirías, lo primero que se me ha venido a la mente es recordar que, estando como estabas bastante malita desde hacía mucho tiempo, llevabas varios días viniendo a mi casa a comer un poquito y seguramente para despedirte de mí. Ha sido ley de vida. Ya eras muy mayor, aunque parezca que fuera ayer cuando te conocí por primera vez hace de esto más de diez años. Me recordabas a la otra gatita que tuvimos en mi casa de soltera y quien no quería estar más que con mi madre y conmigo. Desde el primer día, andabas por mi casa como por la tuya, y me adoptaste. He sido tu madrina desde aquél día y seguirás siendo mi ahijada allá donde te encuentres porque creo que no podré olvidarte. Últimamente ya no tenías ese carácter tan fuerte que siempre te ha acompañado con otros gatos. Entrabas en casa maullando con fuerza pero seguramente consciente de que en mi casa Isis es la reina y encima está Dulcinea, otra gatita que como por casualidad también se ha instalado en mi casa. Como te digo pequeña Pitusa, porque siempre fuiste una gatita pequeña, llevaba yo mucho tiempo viéndote en casa de Rosario cómo te ibas haciendo viejecita y sin que apenas quisieras comer. Por eso, cuando de repente volviste a entrar en mi casa saltando a la terraza y maullando como siempre lo hacías, procuré darte algún alimento extra. Después te volvías a marchar como con prisas. Te veía tan delgadita que el otro día y por mi cuenta te llevé a casa de Paca, y debió verte bastante mal cuando me dijo y tú lo oíste, que volvieras por allí con Rosario. Y eso es lo que hoy has decidido hacer, volver con Rosario para dejarnos a todos, y en especial a mí, muy triste. Muy triste.